La crisis se ceba con la discapacidad intelectual

Pablo ha visto cómo su proyección laboral y personal cambiaba de un día para otro, cuando el esfuerzo acumulado había empezado a dar sus frutos. Con una discapacidad intelectual límite, pero con una fe inquebrantable en sus capacidades, había cumplido un sueño. Había trabajado en época de rebajas como dependiente en unos grandes almacenes, ya no como el estudiante en prácticas al que conocían, sino como uno más, junto a sus nuevos compañeros.

 

Pablo había completado su formación con un curso para el desarrollo sociolaboral de personas con discapacidad intelectual en la Universidad de Castilla-La Mancha y su paso por la empresa en prácticas le había valido para que, por fin, iniciara una prometedora trayectoria laboral. Confiaba en que lo volviesen a llamar para el periodo de rebajas. Hasta que llegó el coronavirus.

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